Así vimos la exposición sobre Dalí en el Reina Sofía
Hoy os vamos a ofrecer un post un poco diferente. Os vamos a contar qué nos pareció nuestra visita al Museo Reina Sofía para ver la exposición Dalí, Todas las sugestiones poéticas y todas las posibilidades plásticas. Antes de nada, el primer gran consejo es que vayáis con la entrada ya comprada por internet y así evitéis las monumentales colas en las taquillas. Luego, lo siguiente es ser puntual, ya que los accesos están muy limitados a los turnos que elijáis, ojo con llegar tarde.
La exposición cuenta con más de 200 obras de todo tipo (pinturas, vídeos, esculturas, grabados…) repartidas a lo largo de 11 momentos con los que llegar a hacerse una idea completa de qué era Dalí, de quién era, y de qué le movía en su constante deseo de tocar todos los palos del Arte. Cuando uno pasa el control de acceso entra directamente a la Sala 3, por lo que estad atentos y buscad la Sala 1 para recorrer la exposición en el orden previsto (o id a lo loco, que tampoco está mal). En la Sala 1, Del vidrio de multiplicar a la putrefacción, vemos los orígenes de Dalí y su época de formación. Vemos como parte de un puro Clasicismo, con su archiconocida Figura en una ventana, para empezar a atisbar el Surrealismo que le invadirá. Vemos el retrato de Buñuel y la serie Putrefactos, en la que se empiezan a ver las influencias europeas y de su paso por la Residencia de Estudiantes, que le cambiará completamente.

La siguiente parada está en la Sala 2, dedicada a algunos autoretratos de Salvador Dalí, donde se aprecian las múltiples visiones que de sí mismo tenía. Como por ejemplo en los enfrentados Autoretrato cubista y Autoretrato con L’Humanité, donde se ven dos estilos para el mismo motivo, dos ideas de Dalí sobre Dalí. Pasando a la Sala 3, La miel es más dulce que la sangre, vemos su creciente interés por el Fauvismo, el Futurismo y el Cubismo. Además, sus estudio de las obras de Freud le lleva a un nuevo mundo de naturaleza onírica lleno de sus obsesiones que le acompañará en adelante. Ya en la Sala 4 nos internamos de lleno en el Surrealismo de Dalí, matizado por su interpretación paranoica. Aquí se puede ver la proyección de La Edad de Oro, en la que colaboró con Luis Buñuel, y que merece sentarse un rato para disfrutarla. En esta sala se pueden ver dos de sus obras más conocidas, el imponente Rostro del Gran Masturbador casi justo enfrente de La persistencia de la memoria, que pasa bastante desapercibido por su menor formato (mucha gente pasaba de largo sin siquiera reparar en él). Dos obras donde el Surrealismo de Dalí bulle en cada trazo e idea.

Ya en la Sala 5 uno puede dejarse llevar por ir a contemplar el famoso Teléfono afrodisíaco, pero evitadlo y prestadle atención al cartel que realizó para las Conferencias Surrealistas o, sobre todo, a un pequeño cuadro llamado Espectro, un cuadro oscuro que merece una atenta y calmada mirada. En la Sala 6, dedicada a El rostro de la guerra, se muestra un Dalí afectado como todos por los eventos de la Guerra Civil. Aquí tenemos Composición blanda con judías hervidas (Premonición de la Guerra Civil), el cuadro pintado meses antes del conflicto en el horror y la muerte se muestran en ese cuerpo automutilado y autoestrangulado. Uno de los iconos de la obra de Dali, como El rostro de la guerra, con calaveras llenando calaveras y más calaveras. Ya en la Sala 7, con Dalí huído, se ve como evoluciona el Surrealismo desde 1936, donde su método paranoico-crítico se desarrolla completamente, como en la Metamorfosis de Narciso. Además, es la sala donde se puede ver la conocida Chaqueta Afrodisíaca, y su explicación en vídeo, donde parece que se le va de las manos el asunto.

Entrando en la recta final con la Sala 8 (América) es ya evidente que, como dijo el mismo Dali el Surrealismo soy yo. En América es una estrella y aquí se ven algunas obras de su estancia en aquellas tierras. En la pequeña Sala 9, dedicada a la vida secreta del pintor catalán tenemos una serie de ilustraciones que realizó para acompañar a sus propias memorias. Un recurso que no complementaba su autobiografía, sino que la completaba y que eran imprescindibles para entender su obra. En la Sala 10 lo que tenemos es la versión teatral de Dalí, un genio que toco todos los palos que pudo, como el diseño de escenografías, de vestuarios e, incluso, la redacción de guiones cinematográficos. Un aspecto en el que no siempre fue comprendido y aceptado, pero en el que trabajó con genios como Alfred Hitchcock, del que se proyecta Recuerdo. En la última sala, la 11, se nos presenta la influencia de los avances tecnológicos (como el descubrimiento del ADN) en la obra de Dalí, de cómo su deseo de conocer va más allá, sin perder de vista a los clásicos. Con la Holografía y la Estereocopia domina la Tercera Dimensión, por lo que se lanza A la bsqueda de la cuarta dimensión, una enorme obra donde el fervor clásico va en paralelo a las ganas de Dalí por trazas nuevos caminos.

La exposición, que se puede ver en algo más de una hora y media si vas rápido, pero que merece más tiempo, tiene más de 200 obras, lo que puede llegar a saturar. La audioguía, que cuesta 4 euros, es un buena idea, sobre todo para ir más allá en lo que muchas veces simplemente se ve. Aunque el aforo es limitado, se producen ciertas aglomeraciones en lugares puntuales, por lo que la paciencia es fundamental. Dalí, Todas las sugestiones poéticas y todas las posibilidades plásticas se puede visitar hasta el 2 de septiembre. Las entradas cuestan 8 euros (y dan acceso a las exposiciones temporales) y lo mejor es que las compréis online para evitaros demoras.